
Tras una semana de tensión cambiaria, el Gobierno nacional decidió intervenir con fuerza en distintos frentes para evitar que el dólar oficial supere los $1.300. La maniobra incluyó ventas masivas de contratos de futuros, suba de tasas y colocaciones del Tesoro para absorber pesos, todo con un mismo objetivo: sostener la estabilidad cambiaria y contener el impacto sobre la inflación.
En el mercado mayorista, la divisa llegó a tocar los $1.260, mientras que en el segmento minorista rozó los $1.280. Sin embargo, a lo largo de la jornada de este martes, la participación del Banco Central y del Ministerio de Economía logró frenar la escalada.
Las ventas de dólar futuro superaron los USD 600 millones, y las tasas de interés se duplicaron hasta alcanzar el 39% anual, en un intento por desalentar la demanda de divisas. Además, el BCRA volvió a ofrecer pases pasivos para canalizar el excedente de pesos de los bancos, retomando así una herramienta que había sido eliminada con la desaparición de las Leliq.
Analistas e inversores destacaron que, pese al salto cambiario de las últimas semanas —un 12% desde fines de junio—, la suba no se habría trasladado a los precios. De hecho, las estimaciones indican que la inflación de julio podría mantenerse por debajo del 2%.
La intervención también despertó algunas críticas: dejó en evidencia que el tipo de cambio no flota libremente, como había asegurado el equipo económico en abril. No obstante, desde el Gobierno argumentan que las bandas de flotación definidas con el FMI aún se respetan.
Con la caída estacional de la liquidación del agro y una demanda creciente de dólares por vacaciones e importaciones, el desafío será sostener este equilibrio sin nuevas intervenciones abruptas.