La caída de los polos: Por qué la política argentina comienza a buscar una tercera vía

Por Andrés Vallone ( Dip.Nac M.C )
Durante dos décadas, la política argentina osciló entre dos polos dominantes: el kirchnerismo y sus distintas formas de peronismo pan-nacionalista por un lado, y las variantes opositoras, ya sea el macrismo o más recientemente el ultraliberalismo de Javier Milei, por el otro.
Sin embargo, ese péndulo comienza a detenerse. El desgaste de ambos extremos se acelera: la imagen positiva de Milei cae por su confrontación constante y la falta de resultados concretos, mientras el kirchnerismo, corroído por el desgaste del poder y su falta de renovación, pierde centralidad y arrastre electoral.
La figura de Milei, que irrumpió como un huracán en la política nacional, empieza a mostrar sus límites. Su discurso de motosierra, que sedujo a millones hartos del “statu quo”, hoy enfrenta la cruda realidad de una Argentina que sigue empobreciéndose, con servicios públicos al borde del colapso, rutas destrozadas, recesión profunda y una conflictividad social creciente. La promesa de cambio se transformó en una incertidumbre permanente, y su estilo confrontativo —que inicialmente funcionó como revulsivo— hoy lo aísla del sistema político y de la gente común.
En paralelo, el kirchnerismo ha entrado en una fase de repliegue. El liderazgo de Cristina Fernández se debilita, no aparece un heredero claro con volumen político y los sectores jóvenes, que antes se identificaban con sus consignas, hoy buscan representaciones menos dogmáticas. La defensa cerrada de figuras con causas judiciales o el silencioso acompañamiento de políticas regresivas desde el Congreso han terminado por vaciar de épica al espacio. Ya no moviliza como antes, y sus viejos bastiones muestran fisuras.
En ese escenario de decepción generalizada emerge lentamente una posibilidad que parecía sepultada: una tercera vía. Juan Schiaretti, con su modelo de gestión cordobés, representa una figura sensata y federal, con anclaje en la producción, el desarrollo industrial y el equilibrio fiscal. Martín Lousteau aporta una mirada republicana y moderna desde el centro político. Facundo Manes insiste en una renovación ética, con foco en la educación y el conocimiento. Y Julio Zamora, con una gestión sólida en Tigre, articula territorio y planificación urbana con perspectiva social. A este espacio también comienzan a mirar con interés varios gobernadores que no comulgan con el kirchnerismo ni toleran los destratos del actual presidente: Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut) ven con agrado una alternativa que ponga el foco en el federalismo productivo y no en la confrontación estéril con las provincias.
Juntos, estos actores conforman un frente que no solo aspira a ordenar el debate político, sino también a irrumpir con fuerza en las elecciones legislativas de octubre, canalizando el desencanto social en propuestas concretas y con arraigo territorial. La Argentina parece estar pidiendo algo nuevo, pero no disruptivo: algo razonable. Una fuerza que escape del caos ideológico, que construya desde el consenso y que no ignore al interior productivo. Si los polos siguen encerrados en sus propios errores, el surgimiento de una tercera vía no será solo una posibilidad, sino una necesidad. Ya no alcanza con gritar más fuerte o con resistir el archivo: hace falta construir futuro. Y eso, tal vez, ya no venga de los extremos.