Argentina

Murió Carlitos Balá, el ídolo que era feliz haciendo reír a los chicos

Tenía 97 años y un carisma inigualable. Con sus chistes, ocurrencias y canciones, marcó a generaciones de argentinos.

Murió este viernes Carlitos Balá a los 97 años y las lágrimas se multiplican en generaciones de argentinos que crecieron y rieron con su humor inigualable.

Los últimos años, cuando él ya había pasado largamente los 90 y aún sorprendía por su vitalidad, fueron también los años de reconocimientos. Parecían multiplicarse.

Hasta el Papa Francisco lo nombró “Embajador de la Paz” por sus contribuciones solidarias. En las principales citas de la comunidad artística, había un espacio para él, para Carlitos Balá. Para aquel merecido reconocimiento. Como fue la “mención de honor” en los Premios Estrella marplatense o el Martín Fierro a la trayectoria (2011).

También distinciones en la Legislatura porteña (2009), allí donde resumió sus sentimientos de esa última época: “Soy un tipo feliz haciendo reír. Siempre hice reír y les doy gracias a todos por acordarse de mí, llevó más de 60 años de trabajo y vocación”.Carlitos Balá, en sus comienzos.

Hasta la Recoleta lo había proclamado su “Vecino Ilustre” o el Club Chacarita y la línea 39 le homenajeaban, recordando algunas andanzas juveniles de Carlitos.

“Así soy yo, todo el día buscando el absurdo. Que te quieran y te hayan querido mucho, te rejuvenece”, le confesaba a Clarín en una entrevista del 2013. Martha, su mujer, y sus hijos Laura y Martín, eran los fieles custodios.

Y todavía sonaría el infaltable “Qué gusto tiene la sal”, su muletilla que atravesó múltiples generaciones. Y aparecería Carlitos Balá con su clásico flequillo, ahora transformado en gris, con el Chupetómetro y la Correa de Angueto, aquel perro invisible.

“Aquí llegó Balá”, ayer y siempre. Otras de sus frases favoritas eran “Sumbudrule” “está un kilo y dos pancitos”.Carlitos Balá y su inolvidable «gestito de idea».

Así había construido su personaje, distintivo, querible, al que la televisión -también el teatro, el cine y más de 20 producciones discográficas-, lo habían llevado a la popularidad. Fundamentalmente entre los chicos, aunque también afirmó: “Me encasillaron como un cómico de chicos. Pero yo me considero un cómico de la familia. Un personaje como Petronilo, por ejemplo, era un personaje de familia”.

Hijo de un inmigrante libanés (Mustafá Balaá) y de una argentina de ascendencia croata (Juana Boglich), Carlos Salim Balaá -su verdadero nombre- nació el 13 de agosto de 1925 y pasó su infancia y adolescencia en el barrio de Chacarita.

De joven trabajó como ayudante en la carnicería de su padre y como administrativo en distintas oficinas, pero despuntaba una vocación artística con sorprendentes monólogos callejeros. O en la línea 39, junto a los pasajeros a los que divertía con esos textos y algunas bromas. Un precursor del stand up, tal vez.

Pero Balá se consideraba un “tímido por naturaleza” y sólo fue por el impulso de una amiga que se decidió a dar el salto al de artista profesional, comenzando en La Revista Dislocada, por Radio Splendid, a mediados de los 50.El mural en homenaje a Carlitos Balá, en el estadio de Chacarita.

Después formó un trío cómico con Jorge Marchesini y Alberto Locatti. Se presentaban en Radio El Mundo, donde conducía Antonio Carrizo, y luego en El Show de Andy Russell, hasta que se separaron a comienzos de los 60.

Desde allí, Balá emprendió su carrera individual. También de aquellos tiempos iniciáticos se recuerda que ganó un concurso de imitaciones en la radio, donde asomó con el seudónimo de Carlitos Valdez (luego, y por siempre, fue Balá).

“La telekermese musical”, “El show de Antonio Prieto”, “El show de Paulette Christian”, “Telecómicos” y “Calle Corrientes” fueron algunas de sus participaciones en TV, que posteriomente se hicieron más populares con “El show súper 9” (junto a Duilio Marzio y Mirtha Legrand), “Balamacina”, “El soldado de Balá”, “El clan de Balá”, “El circus show” y varios ciclos más que lo tuvieron como protagonista.

Otros inolvidables ciclos de la TV como “Los sábados circulares” que conducía Mancera y “Sábados de la Bondad”, también lo tuvieron entre sus animadores.

Tanto en TV como en teatro contó con los más populares guionistas de la época: Abel Santa Cruz, Gerardo Sofovich, Aldo Cammarota, hasta los más desopilantes de Mesa, Basurto y Garaycochea.Carlitos Balá y Martha, su esposa, en un festejo del Día de los Enamorados.

Llegó al cine con “Canuto Cañete, conscripto del 7”, “Canuto Cañete detective privado”, “Canuto Cañete y los 40 ladrones” y “El tío disparate”, entre otras, hasta terminar con “Tres alegres fugitivos”.

Fue compañero en varias producciones de Palito Ortega en los 70, realizó giras teatrales por todo el país y sus personajes disfrutaron de la misma popularidad que, por ejemplo, el Capitán Piluso y Pepitito.

En los últimos tiempos también ofreció shows privados y fue el invitado especial de espectáculos infantiles para nuevas generaciones, convocadas por Piñón Fijo o Panam, entre otros.

Se divertía llamando por teléfono a sus propios admiradores o llamando a un concurso de dibujos “donde el premio es compartir la merienda conmigo”. ¿Había cambiado el público, su vigencia quedaba sólo para la nostalgia? No lo sentía así: “Yo encuentro a un pibe y le dijo ‘¿cómo te va? Fru, buru, buruo. Y el pibe ya está conmigo. Es un humor universal”.Carlitos Balá, rodeado de niños en un show. Como le gustaba.

No tengo tiempo para estar triste, tengo alegrías que me eclipsan. Y hago reír todo el día. En los aviones me pongo a bailar con las azafatas. La fórmula es recibir cariño. Yo soy de espíritu joven. El cariño te rejuvenece. Todo el mundo debería recibir cariño, pero está el poder adelante y nadie la quiere entender. Yo tengo cerca el cementerio de la Recoleta y digo: ‘Así terminamos todos’», contó en uno de los últimos homenajes, que le tributó la Cámara de Diputados de la Nación en 2017.

“Cuando miro para atrás, veo una hermosa vida, eso se lo agradezco dos los días a Dios. Tuve el inmenso cariño de los argentinos y el regalo de poder hacer reír”, confesó en aquella entrevista a Clarín.

Y así lo sintió siempre, con su inconfundible flequillo y su sonrisa eterna.

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