Villarruel «ya no es parte del proyecto»: el oficialismo vuelve a tensar la interna presidencial

El gobierno de Javier Milei reactivó esta semana sus ataques públicos contra la vicepresidenta Victoria Villarruel. A través de declaraciones del propio Presidente, del ministro de Defensa Luis Petri y del vocero Manuel Adorni, la Casa Rosada volvió a señalar que Villarruel “no es parte del proyecto”, en una estrategia ya conocida: recurrir al conflicto interno para recuperar centralidad cuando el oficialismo pierde control de la agenda.
La ruptura política se agravó tras una sesión del Senado en la que el oficialismo sufrió un revés parlamentario. En lugar de asumir errores de gestión, Milei culpó a Villarruel por haber permitido el tratamiento de un proyecto que mejora las jubilaciones. La vicepresidenta propuso financiarlo con una reducción en los gastos de la ex SIDE y en los viajes presidenciales. Desde entonces, fue acusada de “comprar la agenda opositora” y de traicionar al gobierno.
El trasfondo incluye tensiones históricas: la vicepresidenta fue excluida de áreas clave desde el inicio de la gestión, como Seguridad y Defensa, y su vínculo con Karina Milei está roto desde el cierre de campaña. Ahora, Villarruel refuerza su perfil político con recorridas por el interior del país, gestos institucionales desde el Senado y un armado propio que podría proyectarse a 2027.
En paralelo, esta crisis remite a una constante de la política argentina: la conflictiva convivencia entre presidentes y vicepresidentes. De Alfonsín-Martínez a Fernández-Cristina, pasando por Menem-Duhalde y De la Rúa-Álvarez, la historia se repite. Lo novedoso en este caso es que el oficialismo utiliza la interna como un recurso comunicacional, en un contexto donde la figura presidencial se desgasta y los propios aliados digitales critican a la hermana del Presidente.
La fractura en la cúpula del poder libertario no es sólo personal: es también una muestra de la falta de cohesión política del gobierno. Y una señal de que, una vez más, el binomio que llegó a Casa Rosada empieza a crujir.